Sobre estas mismas fechas, pero en 2006, Esperanza Aguirre presentaba a bombo y platillo los resultados de la evaluación realizada con alumnos de sexto de primaria de la Comunidad de Madrid: se había dado una mejora respecto al año anterior (de un 6,04 en 2005 se subió a 7,17), que se atribuía a un plan específico de la Consejería de Educación. El año pasado, los resultados bajaron a un 6,2: Aguirre desapareció de escena y el "marrón" de buscar explicaciones se lo "comió" Lucía Figar, quien justificó los peores resultados por una mayor dificultad de las preguntas. Este año, más de lo mismo: se baja a un 5,6, como era de esperar Aguirre no aparece y de nuevo los resultados se justifican por lo difícil de las pruebas. Al margen de la desvergüenza política de apuntarse los éxitos y rehuir los datos negativos, que a estas alturas no sorprende a nadie, algunas reflexiones:
- Sin duda, la explicación a las tremendas oscilaciones entre años reside en la utilización de pruebas no comparables. Es imposible que cohortes generacionales separadas tan solo por dos años tengan semejantes diferencias de conocimientos. La incomparabilidad de las pruebas es el origen principal de las diferencias, efectivamente, y no solo cuando los resultados no son positivos.
- La evaluación educativa es un proceso enormemente complejo, y las pruebas de la comunidad de Madrid no son capaces de dar respuesta. Ya no es solo que no consideren los puntos de partida de los alumnos y la aportación reales de los procesos de centro, ya no es solo que tan solo consideren los conocimientos declarativos y no los procedimentales (¿cómo hacer qué?), que son decisivos en la sociedad de la información,..., es que ni siquiera garantizan la comparabilidad entre años. Cuando los "liberales" traten de vendernos aquello de evaluar a los centros para incentivarles, habrá que recordarles en primer lugar que es necesario "saber evaluar".
- Hay un dicho habitual en enseñanza que viene a ser algo así como: "no se evalúa lo que se enseña sino que se enseña lo que se evalúa": es decir, saber de qué van evaluar orienta qué se enseña. De forma muy significativa, dice Elena Márquez, presidenta del Consejo de Directores de la Comunidad de Madrid (cargo elegido por los directores de centros públicos): "Sometemos a dictados diarios a nuestros alumnos de 2º a 6º de primaria (...) Empezamos a aplicarlos en 2005 para prepararlos para estas pruebas". Esto es, ya que conocemos la naturaleza de las pruebas, las preparamos específicamente. Algo similar ocurre con la selectividad. Lo de menos es el conocimiento final del alumno (se ha discutido mucho la función de los dictados, es menos discutible que la prueba de selectividad exige un tipo de destrezas muy particulares que realmente no tienen que coincidir con tareas que exigen un conocimiento menos declarativo), lo fundamental es "sacar buena nota": la evaluación pasa de ser un medio a ser un fin.
- Y una última reflexión "adhominen" (o adfeminen, si se pudiera decir). La viceconsejera Alicia Delibes, desde sus columnas en la caverna, se dedicó años y años a insultar y tratar de desprestigiar, al equipo profesional que ha tratado de consolidar la evaluación educativa en España, que desde la Administración pública impulsó la necesidad de evaluar el sistema educativo y que en colaboración con fundaciones educativas ha desarrollado los modelos más ricos y complejos de evaluación de los que se dispone hoy en España. Ahora mismo, después de todos esos insultos, puede lucirse: tiene los recursos para poner una marcha una evaluación de calidad, que ayude a la toma de decisiones útiles para la comunidad educativa y que no acabe convirtiéndose por estas fechas en un bochorno anual tratando de buscar cada año distintas justificaciones para los resultados.
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