El coñazo medático que nos toca padecer alrededor de la crisis, que se añade a otro amplio repertorio de coñazos que nos imponen los medios de comunicación, tiene un punto particularmente doloroso: y es que sirve para poner de relieve la impotencia de todo lo que pueda englobarse bajo el paraguas de izquierda transformadora. Si nos vamos al manido caso del 29, el movimiento obrero internacional veía al menos la oportunidad de ofrecer una alternativa de organización social: la crisis era una oportunidad de cambio, mientras que ahora es tan solo una ocasión para sentir impotencia.
Ahora, en ausencia de un punto de referencia alternativo al que mirar, podemos tratar de sentirnos satisfecho aprovechando para poner a parir a liberales, neocones, banqueros flexibilizadores y empresarios dispuestos a hacer un "intervalo" en la economía de mercado, cruficicar a CEO´s mientras ellos caen de pie con "golden parachute", para entretenernos con la puñetera suerte de Zapatero (que podrá desplazar culpas al contexto internacional, pasando de puntillas sobre el modelo de crecimiento español),..., a sabiendas de que las consecuencias dolorosas están claras sobre quienes recaerán. Y desde la impotencia, parece que no queda más remedio que anticipar que, más que como golondrinas, como turbios buitres volverán los subvencionados thinks-tanks a graznar, volverán los tertulianos con la riñonera llena a la desregulación recomendar, volverán las confederaciones empresariales a pedir la liberalización de todo lo que se pueda liberalizar. Hoy una sesión estrafalaria de Keynes distorsionado, mañana volverá Hayek.
El problema es la derrota ideológica y sus consecuencias que, como tantas veces, refleja con maestría El Roto
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