Acudí recientemente al festival Eñe, con intención de ver entre otras cosas un "cara a cara" entre Fernando Savater y Emilio Sánchez, catedrático de la universidad de Salamanca, en el departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación (vamos, de esos temas a los que me dediqué en mi época doctoral). El enfoque era establecer una conversación alrededor de la promoción de la lectura entre "cultura" (Savater) y "técnicos" (Sánchez).
La verdad es que salí bastante descorazonado en relación a la intervención de Fernando Savater, que siempre me ha parecido "inteligencia en estado puro". Aunque ha sido con frecuencia una referencia en artículos sobre literatura infantil (siempre apareciendo como un gran defensor de "clásicos populares" como Salgari), sus comentarios sobre la práctica de la promoción de la lectura reflejaban una enorme ignorancia práctica, apoyándose en chascarrillos elevados a nivel de categoría ("un alumno de su facultad que llegó a último año solo examinándose oralmente por no saber escribir"), afirmaciones genéricas totalmente descabelladas sobre cómo se enseña a escribir y leer actualmente ("esa locura de enseñarles a leer a partir de los 8 años", dato totalmente erróneo), y, en resumen, un discurso basado simplemente en el recuerdo de su experiencia particular como lector en la infancia. Más allá de lo decepcionante de su intervención (y quizás haciendo también una generalización injusta), lo destacable sería que:
- Alguien que crea opinión "cultural", en teoría más especializada que los "tertulianos" estándar, se encuentra totalmente desorientado sobre una cuestión crítica a nivel social (la lectura y, desde ahí, la educación y la socialización), hablando desde el desconocimiento. Un representante de la "alta cultura" sienta cátedra desde el desconocimiento de los mecanismos psicológicos de la lectura y sin apenas tomar consciencia de la misión social de la lectura (mucho más allá del puro disfrute), por lo que se queda en un discurso idealista. Si Savater (por centrarnos en este caso) no es capaz de ir más allá de las banalidades, la "alta cultura" no tiene nada útil que aportar.
- Y a la inversa, precisamente el discurso "técnico", experimental y basado en datos (en este caso representado por un Emilio Sánchez que, sinceramente, creo que hubo veces que se sujetaba para no poner en evidencia a su interlocutor), acaba por tener un "vuelo" conceptual enormemente más ambicioso y rico, ya que toma consciencia de la complejidad del fenómeno. De nuevo generalizando, la conversación fue una clara muestra de por qué la filosofía se encuentra condenada a la irrelevancia en la creación de opinión, irrelevancia que, por lo visto en este caso, resulta beneficiosa y más que merecida.
Pd: un rico apunte de Emilio Sánchez a modo de pregunta abierta...., ¿si hablar nos hace humanos, leer y escribir nos inserta en la civilización,..., qué implica el desarrollo de lo digital?
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