Hace ya casi dos años realizamos un análisis sobre los trabajadores del conocimiento y la percepción de la crisis, basado en focus groups. En perspectiva, varios ejes del análisis han resultado más o menos adecuados: la incapacidad/desprestigio de los actores políticos presentes en aquel momento para convertirse en referentes, la especificidad española de la crisis, el incipiente discurso sobre los "emprendedores" como "escapatoria individualizada", y el diagnóstico sobre la "culpa" como eje vertebrador de los discursos que ampararían las propuestas y prácticas de gestión de la crisis.
A cambio, finalizado de escribir a finales de abril de 2011, nos permitimos decir que no veíamos a corto plazo ninguna dinámica social alternativa a la resignación y el escapismo (en aquel momento, aún no traducido en emigración masiva). Apenas quince días después las plazas se llenaban, eclosionando un movimiento que hoy, de muy distintas formas, participa e incluso marca en buena medida el debate público. Para que te fíes de un investigador social...
Un debate actual es explicar los motivos por los que, con más de 6M de parados y casi 2M de hogares sin ingresos, este país no explota. Al margen de la respuesta..., la pregunta asociada es, si finalmente explota, hacia dónde lo hará: hacia arriba (de momento no parece), hacia abajo (hacia las clases subordinadas, como viene haciéndolo), o hacia los lados, y acabemos matándonos entre nosotros. Ese matarse parece retórico hoy y ahora, pero no lo es. Olvidamos rápido, pero en las elecciones de ese mismo mayo teníamos a Anglada y García Albiol (grandes vencedores) señalando un claro modelo de salida de la crisis.
Si este modelo lepenista no es central hoy día ha sido gracias al 15M. La vivencia previa era de una culpa que lo envolvía todo: de cómo, a imagen del catecismo católico, era imposible no ser culpable de la crisis. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa,...., por acción (enriquecerse), pensamiento (desearlo), palabra (el voto/respaldo) u omisión (no haberse enfrentado a la dinámica social previa a la crisis), todos éramos culpables de aquel "hemos vivido por encima de ...". Y cuando todos éramos culpables, nadie quedaba legitimado para enfrentarse: se individualizaba e interiorizaba la responsabilidad. Desde ahí, el castigo de la madame alemana era merecido, era la justa expiación, la necesaria penitencia, de nuestras culpas.
El 15M fue un enorme ejercicio de desculpabilización colectiva y un "señalamiento" de responsabilidades (quizás, también, un ejercicio de denegación de las mismas, implícitamente asumido en el slogan de "dormíamos, despertamos"). Los escraches trabajan el mismo eje: señalamiento de culpabilidades.
En ese sentido, el 15M, siguiendo con las metáforas del catolicismo, operó como un bautismo, bautismo como liberación del pecado original que todos arrastramos como ciudadanos que viven en un sistema en el que es imposible no cometer los pecados de pensamiento, palabra, obra u omisión que arrastramos del origen de la crisis (en el mismo sentido es tramposo e imposible pedir "pureza inmaculada" a cualquier movimiento transformador - si tienes iPad ya no puedes plantear cambios-, igual que cualquier niño que nace en el catolicismo ya arrastra como herededo de Adán y Eva el pecado original de la humanidad -y con ello la culpa y la sumisión). La Puerta del Sol fue el Jordán para una generación, y tras ese bautismo ya era posible echar a andar de nuevo.
Este ejercicio de identificar culpables efectuado por el 15M no solo ha permitido superar la individualización de la culpa, ha permitido también evitar la tentación de Barrabás: sin él, es posible que hoy tuviéramos un discurso xenófobo similar al que nos encontramos en Grecia.
pd: qué difícil es escribir con metáforas católicas y no acabar pensando como ellas (como decía aquel libro "Metáforas que nos piensan" de Lizcano) invocando a Satanas, los lindos querubines y el juicio final. Qué marco de referencia tan potente, cerrado y autoexplicativo.
Comentarios