Repaso de lecturas de este fin de año.
- La Romana, de Alberto Moravia. Durante un buen tiempo tuve la sensación de leer un folletín romántico. Quizás lo sea, quizás no me haya leído en la vida un folletín romántico y de pronto descubro que pueden ser grandes lecturas. O quizás no lo sea, no importa. Al menos en este caso, hay un ejercicio estupendo de construcción de personajes: no en el sentido de dibujarlos, de delimitarlos y caracterizarlos (de lo que también hay buenos ejemplos en el libro), sino en el de hacerlos evolucionar, acabar siendo como son sin poder poner un pero a la lógica de su trayectoria.
- Sobre una montaña, de John D´Agata. No soy imparcial con nada de lo que venga de la editorial Dioptrías , pero Sobre una montaña me parece una preciosidad. El desafío del lenguaje y su ininteligibilidad, Las Vegas, Edvard Munch, el suicidio..., todo eso y más, en un libro con un tono y acercamiento muy especial. Muy, muy recomendable.
- Madrid. El advenimiento de la República, de Josep Pla. Lectura "cómoda", se trata unos diarios que avanzan apenas un año tras la llegada de la República, con foco particular en la proclamación. Como siempre se lee desde el presente, sea ciencia ficción o historia, es fácil encontrar analogías con el momento actual: en la torpeza del poder (esa sensación de inercia entre el poder que da por hecho de que las cosas, por haber sido de una forma, seguirán siéndolo), en los arribistas que se arremolinan ante el cambio, en el desafío que gestionar un cambio supone para los que siempre lo anhelaron... Pla no engaña, transmite su conservadurismo, una actitud de distanciamiento y una mala lecha bien tirada que desmonta en un par de líneas a personajes clave. Una buena lectura.
- El cura y los mandarines. Historia no oficial del Bosque de Letrados, de Gregorio Morán. Lectura anhelada desde el episodio de censura de Planeta a raíz de quítameahíunoscomentarios sobre Víctor García de la Concha. El libro fue finalmente editado por Akal: al parecer con el compromiso de no tocar ni una coma..., y es una lástima, ya que claramente al extensísimo texto le hubiera venido bien un "cepillado" editorial: no de contenido, pero sí de diversas erratas, falta de cohesión y reiteración. Nada dramático, pero que, unido al estilo de Morán, produce una lectura un tanto apelmazada, garbancera. Dicho esto, da igual: libro del que he disfrutado enormemente. Eso sí, es tan dañino en sus odios Morán que uno se queda tras la lectura con que, para enjuiciar a cualquiera de los personajes, necesitará siempre una segunda opinión. El libro muestra el paisaje prácticamente completo de la cultura española desde 1962 hasta el 92 aproximadamente, utilizando a Jesús Aguirre y su tránsito de seminarista a Duque de Alba como hilo conductor (hilo poco hilado, todo sea dicho). Historia que, por cierto, me evocó a un profesor de psicología, ex-seminarista cántabro como Aguirre, escasamente formado en Estadística (que era la asignatura que nos impartía) y con el que tuve bastante trato durante un tiempo: siempre que hablaba de Jesús Aguirre, en aquel momento para mí prácticamente un desconocido, lo hacía con sorna y maldad, aludiendo a su carácter trepa, su homosexualidad y el "braguetazo" que pegó con la Duquesa de Alba. Es decir, más o menos, lo que cuenta Morán. También puedo repensar ahora a aquel profesor como un pequeño mandarín: con escasa preparación para impartir la asignatura que impartía, situado aprovechando la sombra de alguna eminencia (tengo el nombre pero sin nada que lo demuestre, toca callarse) que, saliendo de la sombra de la iglesia, se enganchó a la creación de una facultad de psicología y se construyó una imagen en los 80-90´s de supuesto progresismo. Volviendo al libro, una de sus fortalezas es que puede puede leerse en distintos planos. Por un lado, una lectura tentadora es tomarlo como un repetorio morboso de "celebrities" culturetas y sus rencillas: impactado me dejó la mísera forma en que José Ángel Valente ataca a Celaya y José Hierro, el rastrero de Umbral criticando a Max Aub, la reconversión de los restos del falangismo durante la transición o el bastante conocido carácter de Cela, aprovechado y ruín. Desde luego, este modelo de lectura es fácil, se encuentra a mano: la mala leche de Morán deja este acercamiento en bandeja. Hay otra lectura posible, la generacional: la necesidad de ir matando padres que siempre tiene una generación, que aquí se observa por ejemplo en los desprecios (diferenciales según generación y momento) que sufre Ortega entre los falangistas de primera hora o el distanciamiento ante los autores del exilio entre las "jóvenes promesas". Un tercer acercamiento es tomar El cura y los mandarines como un mapa, con rutas incluidas, en el que ubicar a prácticamente todo el panorama cultural: falangistas de primera hora y sus trayectorias (Ridruejo, Laín), católicos, tanto fieles al Régimen como en proceso de apertura (Aranguren), autores del exilio, escritores (Benet, Cela, Martín-Santos) y editores (Barral, Aguirre), la "explosión" de miembros del FLP, disidentes como Manuel Sacristán (junto a Max Aub y Martín-Santos, de los pocos de los que habla Morán con cierto aprecio o respeto) o el mundo de las revistas "culturales". Incluso, por tener, tiene varias páginas sobre la escuela crítica de Sociología y Jesús Ibañez, otro cántabro, casi coétaneo de Jesús Aguirre, con una trayectoria y una actitud totalmente opuesta. Y una última lectura posible, emparentada con la idea de Cultura de la Transición, es la observación de la construcción de una "élite" intelectual, que se nutre tanto de los perfiles más tibios de la "disidencia" (conviene repasar los listados de firmantes a favor de la permanencia en la OTAN o contra la huelga del 14D, en el contexto de lo que esos mismos intelectuales eran apenas 15 años antes), pero que también acoge con naturalidad a buena parte de la intelectualidad "autóctona" del franquismo (Laín Entralgo o Cela). También es cierto que ese acercamiento es relativamente "conocido" (aunque Morán nos aporta un contexto temporal que ubica las trayectorias), a poco que se haya leído a Sánchez Ferlosio o sobre la historia de El País. Quizás, pensando en el ahora, lo más relevante sea pensar en qué medida un "cambio de régimen" se acompaña, o quizás no, de recurrir a élites (o mandarines) preexistentes. Por ir acabando, dos anotaciones más sobre el libro 1) tremendo, tremendo, el capítulo sobre los XXV Años de Paz, que creo que definieron un modelo de "chantaje social" (hay paz porque estáis muertos) que se arrastraría a la Transición 2) Autores y "mapas culturales" de Santander, algo de Salamanca, algo de Euskadi y Asturias, bastante Madrid y Barcelona, lo que era esperable..., pero prácticamente nada de "mandarines" en Andalucía.
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