Con numerosas citas electorales a lo largo de 2015, es fácil que nuestra mirada quede centrada en el sistema de partidos, los candidatos, sus estrategias..., y se pierda el fenómeno central que lo determina: el modelo de relaciones sociales que nace de los estragos de la Gran Depresión y su concreción en España, fenómeno del que el sistema de partidos es consecuencia y no causa.
Como resultado de la crisis, y ante la insuficiencia de las herramientas políticas de las que disponían las clases subalternas en España (sindicatos en retirada, un PSOE incapaz y una IU presa de todos sus lastres), y apoyándose en una especificidad española de la crisis (la vivencia extendida, resaltada por el 15M, de un ejercicio depredatorio por partes de las élites en forma de corrupción), el núcleo fundador de Podemos apostó por crear una alternativa política basada más en una "Coalición de Conciencias" (expresión tomada del muy recomendable "¿Qué pasa con Kansas?") sustentada en el rechazo de la corrupción y de una "casta", que en una "Coalición de Intereses", aunque no dudo de que respondiese a una intención de defensa específica de intereses de las clases populares. Esta apuesta pasaba por una estrategia discursiva que no alejase a las clases medias, particularmente a los profesionales liberales. Desde ahí se entiende la pretensión de evitar la presencia en la agenda de temas que pudiesen romper esa "coalición de conciencias" (debates República vs Monarquía, tensiones territoriales...) y un discurso poco "conflictivo" en relación a intereses de clase (plasmado en esa aceptación acrítica de la centralidad económica de Pyme´s y autónomos). Este modelo ha logrado apropiarse en buena medida del voto de la izquierda (ante la incapacidad de IU y la debilidad del PSOE), movilizar a abstencionistas e incluso es posible que, al menos durante un tiempo, a parte del centro.
Esta estrategia, que durante un primer trimestre de 2015 ha funcionado a la perfección, se ha visto quebrada: sin recurrir a teorías conspiratorias, es fácil observar que una alternativa que comparta los elementos centrales de la "coalición de conciencias" (rechazo corrupción) y que responda en mejor medida en ciertos aspectos a intereses de clase puede hacer saltar por los aires esa "coalición de conciencias". Esa "coalición" podía romperse desde las clases subalternas, que se sintiesen traicionadas por la "suavidad" del discurso. Sin embargo, con IU al borde del colapso interno, la movilización social en reflujo y el PSOE "reconstituyéndose" y sin apostar ni mucho menos por la izquierda, no era éste el campo de la amenaza. Han sido las clases medias las que han encontrado una alternativa satisfactoria en el ámbito de los valores y que responde en mayor medida a sus intereses. Algunos datos en ese sentido: Ciudadanos es...
- El partido con más peso de trabajadores en activo.
- El partido con más peso de aquellos que tienen formación universitaria, tras IU (página 68).
- El partido (tras el PP) de los que en mayor medida creen percibir mejora económica (página 62)
No encontré datos que trabajen directamente con la clase social (los datos del CIS que utilizan esta variable se recogieron antes del reciente crecimiento de Ciudadanos), pero estos datos sugieren algo bastante ya comentado: Ciudadanos es un partido que responde a los intereses de aquellos que salieron razonablemente bien de la crisis, y sobre todo, que no quieren ver amenazada ninguna posible recuperación, a la vez ofrece una "conciencia tranquila" en relación a la corrupción. El voto del miedo no tiene que ser ya el voto vergonzante.
¿Responde esto a un error dramático de Podemos? No necesariamente, en dos sentidos. Uno, en que los resultados municipales pueden modificar el escenario electoral de cara a las generales, de forma que no tengo claro aún el "fracaso" de la estrategia: un buen resultado en Madrid y BCN puede cambiar las cosas. Y en otro sentido, más amplio y relevante, lo que intenta Podemos es la única alternativa con perspectivas de éxito que se pudo pensar y construir, frente a los efectos devastadores de la crisis, desde la perspectiva de las clases populares: ante la debilidad de sus herramientas clásicas, y ante la urgencia de la situación (y la escasa duración, como se está observando, de la ventana de oportunidad), una "alianza de malestares" era una estrategia adecuada para atraer a su campo a las clases medias. El calendario electoral, lo acotado de la ventana de oportunidad, la respuesta del rival, nos muestran lo difícil y arriesgado de la estrategia. Quizás, de no ser posible ya una victoria vía Blitzkrieg, vía guerra rápida, en un único frente de batalla (el electoral) haya que volver a pensar en una estrategia de guerra en profundidad, en múltiples frentes, para lo que el proceso pasa por reconstruir las herramientas de las clases subalternas (si esta es la única alternativa, nos lo "podemos" tomar con calma).
Decía que la estrategia de "alianza de conciencias" no era un error de Podemos: era la única alternativa posible para disputar la victoria a corto (un disparo inmediato), en un ámbito concreto (un único objetivo), el electoral, y desde ahí extenderla a otros ámbitos. La alianza clases subalternas y segmentos relevantes de las clases medias era el objetivo, lo que daría lugar a un determinado modelo de salida a la crisis. Las clases medias, una vez pasada la vorágine mediática del primer trimestre de 2015 (y crece ligeramente la percepción de salida de la crisis), disponen de otro modelo: y ese modelo, el modelo Ciudadanos, es particularmente afín a las clases medias (impuestos bajos, orden ante la inmigración, unidad nacional, cambio "tranquilo"), a la vez que tiene un mensaje claro hacia las clases subalternas: la crisis es vuestra, nosotros creemos haber salido de ella con más o menos apuros, no vamos a arriesgar ahora, y lo que quede de crisis y sus consecuencias os las vais a comer entera, queridas clases subalternas. En conclusión: el problema, como sociedad, no es la estrategia de Podemos. El problema como sociedad es que las clases medias, de forma generalizada, creen haberse "salvado", y asumen con tranquilidad una estructura social que puede resumirse en "dependencia del exterior, caciques en lugar de élites, clases medias pedigüeñas de lo que el Estado o el capitalismo de amigos pueda aún ofrecer, tejido productivo desarbolado y clases subalternas siempre amenazadas de exclusión social"
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