Repaso de las lecturas de este primer trimestre:
- La conquista de México. El encuentro de dos mundos, el choque de dos imperios, de Hugh Thomas. Desde hace tres años acostumbro a viajar cada dos-tres meses a México, y trabajo a diario con equipo en México. Pese a eso, y aunque viviera allí 10 años creo que no entendería el país: me desborda, me asombra, me desconcierta. Y sobre todo, me fascina. Intencionalmente trato de acotar a qué atender del país: por ejemplo, me basta DF, ya de por sí inconmensurable. Y para acompañar esta fascinación de cierta comprensión ando obligándome a leer prensa mexicana a diario o, como es el caso, tratar de profundizar en la historia del país (aunque, obviamente, algo ocurrido hace 500 años no sirve para entender la realidad actual, sí aporta unos mínimos conocimientos). Es posible que sin esta motivación extra particular el libro de Hugh Thomas me hubiese resultado excesivamente arduo: la utilización frecuente de castellano antiguo, una exhaustividad genealógica excesiva, un ritmo un tanto trabado... hacen la lectura algo farragosa. A cambio, tiene un detallado acercamiento a la conquista de México (creo que nunca he acompañado tanto una lectura del recurso a la Wikipedia para ir profundizando en lugares, términos y personajes) y está escrito con un tono de cariño (hacia los principales protagonistas, al mismo México) que favorece la lectura. Desde luego, cumple los objetivos que tenía al arrancar el libro.
- Ingenieros de la Victoria, de Paul Kennedy. Un análisis de 5 ámbitos (al parecer, definidos en la Conferencia de Casablanca) en los que los desarrollos tecnológicos permitieron a los Aliados sobreponerse a las iniciales ventajas del Eje. Si el mundo de la Segunda Guerra Mundial te interesa, un libro y un acercamiento muy recomendable, que aporta otras perspectivas.
- Fama, de Daniel Kehlmann: recopilación cuentos/historias de este escritor alemán, al parecer bastante relevante allí. Alguno de interés, en general flojete.
- Voces de Chernóbil, de Svetlana Alexiévich. Recopilación de narraciones en primera persona del desastre de Chernóbil. La primera es un gancho al mentón tan intenso que ya no levantas cabeza. Casi diría que ahí reside una de las debilidades del libro: tan fuerte, tan intenso, tan demoledor el arranque, que a partir de ahí solo puede bajar. Y quizás no baja, solamente se te ha incrementado el umbral del dolor. La otra es que, en ausencia de narrador o de cualquier elemento que trate de dotar de sentido a todas esas narraciones, si logras levantar cabeza del primer golpe, no haces más que recibir uno tras otro hasta que, quizás, te vuelves insensible. Hay ciertos temas recurrentes: la similitud inicial, pero insuficiente y equívoca, con la experiencia de la II GM, el fatalismo ruso, la incapacidad de la naturaleza para asumir un impacto que durará miles de años, pero a la vez, su continuidad inalterada en primera instancia, la ruptura de una sucesión natural de generaciones, la conversión de Chernóbil en una especie de santuario en el que incluso puede encontrarse refugio (esa exiliada de una guerra caucásica que teme más al hombre que al átomo), o la ausencia de referentes para entender un fenómeno incomparable. Muy recomendable, pero no sí resulta mejor concentrar en 3 días de lectura intensa o ir poco a poco avanzando entre las diferentes narraciones, casi como un modo de respetar todo el dolor y el asombro que se recoge en cada una.
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