Todos tenemos nuestras oscuras perversiones. Una de las mías es la historia del movimiento comunista italiano: Gramsci, los partisanos, el PCI (Partido Comunista Italiano), la autonomía operaria, el "largo mayo del 68", Toni Negri, las Brigadas Rojas...Y del tirón, claro, las referencias musicales (Banda Bassotti, Modena City Ramblers...)
Un magnífico libro sobre esta temática, focalizado en la historia del PCI, es El Sastre de Ulm, de
Lucio Magri , cuyo título se basa en
este poema de Bertolt Brecht. Es un libro que leí hace tiempo y me gustó tanto que este verano decidí volver sobre él. Y no sé qué ha ocurrido, que en relación a sus paralelismos con España, esta vez me ha dado pie a reflexionarlo en más detalle.
A finales de 1970, cuando en España se desarrollaba la Transición, el PCI obtenía entre el 30% y el 35% de votos, contaba con casi dos millones de militantes (en un país por entonces de alrededor de 55M habitantes), gobernaba numerosas regiones y ciudades, tenía una enorme influencia sobre poderosos sindicatos, disponía de una cultura propia apalancada en el genoma Gramsci, había construido un posicionamiento crítico y propio diferenciado de la Unión Soviética y existía un "pueblo" comunista, sustentado en una tradición de decenas de años de identidad y objetivos compartidos. Un impresionante ejemplo de ese "pueblo comunista" son las imágenes del funeral de
Enrico Berlinguer, ya en 1984.
Sin embargo, poco más de una década después el PCI cambiaba de nombre, perdía su identidad, se enfrentaba a escisiones y abandonos masivos y arrancaba la larga travesía por el desierto de la izquierda italiana mientras que el país respondía a Tangentopoli apostando por Berlusconi.
La reflexión, apuntando a España, es: si el partido comunista más poderoso de Occidente se despeñaba en una década, víctima de un cambio de paradigma económico (simplificando, neoliberalismo: desregulación laboral, globalización, construcción de la identidad desde el consumo) y del marco geopolítico (desaparición bloque soviético), ¿es justo ese reproche permanente al comunismo español de "haberse entregado" en la Transición? Creo que no. Sin embargo, es frecuente escuchar que las insuficiencias del sistema socioecónomico español -evaluadas desde una perspectiva transformadora- apuntan a ese "pecado original". Detrás de ese razonamiento se ocultan varias trampas (y digo trampas, ya que creo que existe cierta intencionalidad):
- En primer lugar, como bien señala Magri el impacto de cualquier acuerdo político (como los pactos de la Moncloa o la propia Constitución, en el caso español) depende de tu fortaleza para garantizar su cumplimiento. La fortaleza de la izquierda española a mediados de la década de los 80´s era escasa, aún menor que la disponible en la época de la Transición: si en esa época hubiese tenido capacidad para desplegar las potencialidades que contemplaba la Constitución, la evaluación que ahora mismo realizaríamos de la Transición sería muy distinta. Aquí aplica el caso italiano de nuevo: la Constitución italiana, de 1948, creada al calor del papel de los partisanos, había construido un marco con potencia transformadora. Conforme evolucionaba la correlación de fuerzas, para la izquierda en ocasiones fue ariete, en otras fue refugio. En la España posterior a la Transición, anegada en un ciclo internacional de liberalización, solo pudo ser refugio, y finalmente, papel mojado.
- La acusación de entreguismo confunde, como por desgracia hace con frecuencia la izquierda española (y por eso Errejón es una excepción), política con sociedad. La política opera con los materiales que la composición social le da: puede actuar (la política) sobre la sociedad, pero no malearla de manera voluntarista. Y la sociedad española, como todas las sociedades occidentales, arrancaba a finales de los 70´s la larga noche neoliberal. Frente a lo que ocurría en Italia, la izquierda española abordaba ese desafío en una enorme debilidad: si bien había existido una oposición valiente y relevante al franquismo, no existía experiencia en la gestión pública, ni "pueblo comunista" (quizás, un poco más, sí existía un pueblo "socialista") consolidado y heredado entre generaciones (ya que sus antecesores o habían muerto, se habían exiliado o se habían refugiado en el silencio), los sindicatos seguían siendo débiles en comparación con otros países (en el sector público, en el comercio...), y a la vez ya se habían desarrollado los elementos de modernización económica que cortarían la hierba bajo a los pies a la izquierda "obrerista" (de forma resumida: todos los elementos sobre los que nace la sociedad de consumo en España a finales de los 60´s y que dan lugar a nuevas clases sociales emergentes). Y esa debilidad era constitutiva, no se trataba de un tema de voluntades, liderazgos o traiciones. Y el contraste internacional, pese a las peculiaridades de cada país y organización política, arroja el mismo resultado: la potencia política y sindical en Francia, Italia y España a principios de los 90´s se ha venido abajo respecto a los 70´s (con menos intensidad en sindicatos que partidos), arrasados por la caída del Muro, y por una dinámica de inserción en el gran consumo, los media y la desregulación laboral particularmente intensa en España e Italia.
Sin duda, siempre es posible imaginar un pasado alternativo, en el que por ejemplo la inteligencia de un líder político hubiese cambiado nuestro presente. O que un grupo dirigente de una organización hubiese apostado por otra estrategia. Pero si tenemos en cuenta que, con líderes de probada capacidad, un músculo organizativo a años luz del español, un potente bagaje teórico... el PCI fue desarbolado en 10 años, quizás convenga evaluar el desempeño de la izquierda española desde una perspectiva distinta. Los análisis que, 40 años después, sin considerar el contraste internacional reducen lo ocurrido a una cuestión de un mal liderazgo o al pactismo, han construido un discurso cuyo objetivo no ha sido realmente la crítica del desempeño de la izquierda transformadora en aquel entonces, si no que apunta al conjunto de la Transición: si no puede rescatarse nada desde la perspectiva de la izquierda, entonces desde la izquierda actual deben impugnarse totalmente. O dicho de otra manera: si desde la izquierda transformadora se pudiese rescatar algo de su comportamiento en aquel momento, algo podría rescatarse de la Transición. Y por tanto, la impugnación a lo nacido en la Transición no podría ser completa. No es de extrañar así que sean independentistas y el entorno de los antiguos troskistas quiénes más incidan en este discurso de "pecado original". Al margen de que sea una práctica discursiva con intencionalidad política, esconde el mismo error que hemos sufrido recientemente: tras el 15M no fueron raros los análisis que daban por hecho la caída del régimen del 78, y ahí sigue. Resulta frecuente encontrarnos, tras las últimas elecciones generales, comentarios que apuntan a "errores políticos" por parte de Podemos. Y dentro de 30 años se analizarán desde la esfera de lo "político", sin considerar la inercia de lo existente, el poder del Estado, los intereses conservadores de las composiciones reales de clase... que tanto hoy como en la Transición acotan los límites de actuación la voluntad política.
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