La clásica reseña de lecturas navideñas...
- Miseria, grandeza y agonía del Partido Comunista de España. 1939-1985. Gregorio Morán.
La historia de esta reedición (efectuada por Akal, siendo Planeta el primer editor) es relativamente conocida: un libro momumental (más 1000 páginas en la reeedición) de poco impacto en su momento (1986), que pasa a convertirse, para los muy interesados en la historia de la izquierda española, tanto en una referencia como en una joya inaccesible ya que sus precios en las librerías de segunda mano son un disparate (más de 200€) y se va prestando de mano en mano.
Una vez leído, su carácter de referencia está más que justificado. Antes de empezar a analizarlo conviene decir que, un libro así, por sí mismo, justifica decir que su autor es periodista, o escritor, o ensayista, o historiador, o como uno quiera describirse. Con una sola creación así, ya basta, y casi sobra. Acostumbrado a mis power points y demás, no quiero imaginar el esfuerzo intelectual (y vital figuro) que debe exigir escribir una obra así.
Por si éste no fuese suficiente, Morán acostumbra a elaborar libros extensos y ambiciosos. En mi caso llevo leídos El cura y los mandarines y El maestro en el erial. Buenos textos, interesantes, pero lastrados por la mala leche, mala leche desbocada y quizás injustificada: no en el sentido de que las agresiones verbales que realiza el autor contra buena parte de los personajes de la cultura española del siglo pasado estén justificados, o no, es que resulta imposible que el lector tenga criterio para evaluar si son pertinentes, y quizás dicen más del propio Gregorio Morán que de quién recibe las andanadas. En el caso de Miseria..., el tono baja ligeramente, aunque sigue siendo con frecuencia inmisericorde.
Como siempre, un libro se lee desde el bagaje del lector: pese a todo, si hoy el PCE se presentase en solitario, seguramente yo votaría al PCE: es parte de mi educación sentimental. Y desde esa mirada, el libro es una "somanta de palos" (casi todos reciben, pero me llama particularmente la atención los garrotazos a Gregorio Lopez Raimundo). La miseria del PCE a la que hace referencia el título es la miseria que todos arrastramos dentro,y por supuesto también los dirigentes de una organización, y más aún de una organización que protagoniza una guerra civil, una derrota absoluta, el estalinismo, la represión franquista y el exilio durante 40 años. Si todos arrastramos miserias vitales, si todas las organizaciones generan culturas con sus inercias y sus deudas, qué no podía pasar en el PCE desde 1939 a 1975 y cómo no podía afectarle y penalizarle en los primeros años de democracia. El título hace referencia también a la grandeza del PCE: Morán dejó de ser militante pero no se convirtió en un renegado. Rescata algunas figuras (aunque en ningún caso sin dejar de resaltar sus limitaciones) y sobre todo reconoce a la militancia, sostén de la resistencia antifranquista, capaz de generar una y otra vez nuevos cuadros militantes, de acompañar y soportar cada nuevo giro estratégico (la guerrilla, los paros nacionales, el trabajo sindical hasta encontrar el modelo de las comisiones obreras, los Pactos de la Moncloa), siempre sin dejarse doblegar definitivamente. Morán destaca con frecuencia que los análisis de la dirección del PCE siempre apuntaban a la inminente caída del franquismo, ya desde recién finalizada la guerra mundial. Señala que estos análisis respondían a la necesidad de la dirigencia (particularmente de Carrillo) de justificar sus frecuentes errores de diagnóstico y estrategia, de manera que se afirmase que cualquier acción, aunque objetivamente pudiese considerarse como un fracaso, ayudaba en cualquier caso a la derrota del régimen. Es posible que esa necesidad de sentir que el franquismo estaba a punto de caer desde mediados de los 40´s fuese una manera de cubrir sus errores, pero seguramente también debía responder a una necesidad psicológica de dirigentes y militantes: sin una perspectiva de caída del franquismo a corto plazo, la sensación de derrota debería ser tan aplastante que haría inevitable el abandono de la militancia, que sin embargo permaneció presente, como no pasó en ninguna otra organización política, durante 40 años.
Como todo gran libro, es un libro que debe su riqueza a su posible lectura en varios planos. El análisis de los protagonistas es afilado, poniendo en juego sus características individuales para poder entender sus dinámicas. Pero no se trata solo de, por ejemplo, del despecho de Pasionaria con Francisco Antón, tras haber sido su pareja desde la Guerra Civil, o del momento en que Pasionaria, envejecida, distante físicamente del resto del comité ejecutivo, opta por pasar a segundo plano sin plantar batalla decidida a Carrillo. O de las ambiciones cobardes de Sartorius (tal como las describe Morán), o de las limitaciones políticas e intelectuales de los dirigentes, en contraste con la dirección del PCItaliano. Las variables humanas se ponen en relación con las complejidades organizacionales (del PCE), sociales (de la evolución española) y geoestratégicas (evolución del bloque comunista), construyendo un complejo entramado que va de lo micro a lo macro, y de lo macro a lo micro. Por ejemplo, el análisis de las periódicas purgas (Quiñones, Monzón, Uribe, Claudín y Semprún) contemplan tanto los rasgos de cada actor, las dinámicas del PCE (sus dinámicas de poder internas, las relaciones entre exilio e interior), la in/comprensión del momento social español, y cómo se integra la lucha por el poder en las dinámicas del bloque comunista en cada caso. Un ejercicio complejo que Morán logra realizar satisfactoriamente y que, quizás por no azar, responde al modelo clásico de análisis que utilizan los partidos comunistas
(veáse cómo analiza las distintas fases del PCI Lucio Magri) sobre las fases políticas: marco macro (geoestrategia&infraestructura tecnoeconómica), marco estatal con análisis de correlación de fuerzas (a nivel clase y partidos) y finalmente análisis del partido (claro está que sin bajar, como hace Morán, a las miserias personales). Este modelo de análisis evita el riesgo que recuerdo haber leído a Morán en alguna entrevista: convertir la historia del PCE en esos 46 años en la historia de la proyección organizada de las ambiciones y necesidades de Santiago Carrillo, quién obviamente es su protagonista central.
En resumen, un grandísimo libro.
- Quédate este día y este noche conmigo, de Belén Gopegui. En un momento dado, uno de los personajes señala que: "Los nombres, dice, pesan sobre las cosas, pero más pesan las cosas sobre los nombres". Es quizás un buen resumen del propio libro. Gopegui no se permite que los nombres y las palabras se impongan a las cosas, entendidas cosas tanto como dinámicas/procesos o como conceptos acotados y definidos. No desea que sus palabras vuelen sin estar fuertemente atadas a las cosas, sus palabras no dejan nunca de ser cosas, son piedras que caen, muestran senderos y hacen surcos profundos, sin dejarse nunca la oportunidad de no decir con precisión lo que se ha querido decir. En todos sus textos ocurre, y en Quédate... se acentúa este estilo, convirtiéndolo casi en un ensayo. Se imponen las cosas a los nombres, las lógicas y las definiciones a las narraciones. No resta este acercamiento belleza ni calor a la escritura de Gopegui: belleza obtenida a través del señalamiento, como quién hace ver y entender la complejidad fascinante de un fenómeno. Y calor, el texto de Gopegui es una fuente de calor: no el calor de la llama agitada, más bien el calor confortable de un abrazo.
Por terminar: me figuro que relacionado con este estilo, Gopegui siempre hace unos admirables trabajos de documentación (me impresionó en Lo Real como escribió sobre una empresa de investigación de mercados) que garantizan, de nuevo, que las cosas se impongan a los nombres. Y en este caso concreto, se percibe la colaboración de gente a la que aprecio: es una experiencia fascinante leer un libro de Belén Gopegui escuchando la voz de César Astudillo, a quién agradece su aportación al cierre del libro.
- Fuego persa, de Tom Holland. Holland es uno de los "historiadores" (entrecomillo ya que no he visto que su formación sea la de historiador) divulgativo de moda. Había leído de él ya Rubicon y Millenium (particularmente el segundo, sobre el fin del primer milenio tras el nacimiento de Cristo y los miedos y corrientes milenaristas, me gustó bastante). Fuego persa está un escalón por debajo. Su tesis es sugerente pero hueca: a partir de las guerras médicas se consolida la diferenciación cultural y política que diferencia Oriente/Occidente. Es a partir de este momento de enfrentamientos entre griegos y persas, narrado más bien a nivel de evocación incluso como continuidad un enfrentamiento previo (la guerra de Troya), en el que empiezan a consolidarse imágenes contrapuestas de ambos "espacios", permaneciendo a lo largo de toda la historia los atributos con los que cada espacio percibe al otro. Esa tesis, apenas justificada en el libro, protagoniza la introducción, lanzando una línea de continuidad que va de las guerras médicas a los atentados del 11S (el libro está publicado por vez primera en 2005).
Es decir, la tesis "fuerte" del libro se apunta en la introducción pero su despliegue no parece soportarla, y no lo hace 1) ya que falta, por no ser objeto del libro, cualquier reflexión sobre el Islam o sobre las tres grandes religiones monoteístas, que sin duda impactaron en la construcción de Occidente/Oriente 2) ya que realmente el libro no tiene tal ambición. Su estructura es analizar por un lado Persia, a continuación Esparta y luego Atenas, para finalmente hacer concurrir a los tres actores en las Guerras Médicas. Se trata de una estructura que funciona razonablemente bien, pero que en ningún momento muestra los argumentos para justificar la tesis fuerte del libro. De hecho, el texto acaba apuntando a cómo Alejandro Magno puso bajo su dominio de nuevo a Occidente y Oriente.
Al margen de esto, el libro, que en ocasiones parece arrastrar una traducción algo farragosa, es un libro divulgativo de historia, en el peor sentido: escasa atención a los condicionantes estructurales (demografía, migraciones, avances tecnológicos... tan decisivos a la hora de explicar la capacidad de resistencia de los griegos ante tropas más numerosas). El motor de la historia son las "ideas" (religión) y las personalidades (las ambiciones de los protagonistas), convirtiendo la comprensión de la historia en un hilo de ajustes y desajustes entre "creencias y deseos" de individuos. Nada que no sea habitual en la divulgación histórica.
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