Hace mucho mucho tiempo, en una galaxia muy lejana, en los albores del mundo digital, parecía que en los entornos de interacción (pre-redes sociales), gracias a las condiciones de anonimato y a un uso exploratorio, los usuarios construirían identidades diferenciadas de las que les caracterizaban en el mundo físico: un territorio abierto, en el que reconvertirse, experimentar, proyectar. Desde los avatares en SecondLife a los nickname en foros, la identidad presencial se protegía, se distanciaba, se recreaba.
Y como en tantas otras cosas (ay, lo digital iba a hacer transparentes a las organizaciones, y han sido los consumidores&ciudadanos los que ahora somos transparente) los pronósticos tecnoutopistas se han (nos hemos) equivocado. Más bien al contrario, los espacios para el anonimato se han reducido, y nuestras identidades digitales no se diferencian de las presenciales, más bien trabajan para ellas: las afianzan, las expanden, las distribuyen. ¿Qué ocurrió, qué explica lo erróneo de aquellas expectativas?
1) En primer lugar (recojo este argumento de Remedios Zafra: leer su El entusiasmo ha desencadenado buena parte de este post) , las redes sociales no son redes sociales, son redes afectivas: A través de ellas se distribuye, no de forma estática, sino dinámica y en competición, el afecto. Y quieres el afecto para ti, no para tu avatar. Ese like es mío, me pertenece: de hecho, lo necesito.
2) Todo acto se ha convertido en inversión (interiorización de la lógica capitalista, el ocio es pre-producción, la relación social es networking): y quieres invertir en ti (todo es marca personal), no en tu avatar, más difícil de monetizar/convertir.
3) Y finalmente, las propias plataformas, con la excusa de la seguridad, están interesadas en identificar individualmente a sus usuarios para capitalizar sus datos: a los anunciantes les interesan los datos de individuos concretos, no de identidades múltiples, avatares experimentales... Es más complejo el rastro del avatar al individuo consumidor que del yo expandido al individuo consumidor.
Así, lo digital, paradójicamente, ha generado una reafirmación del yo (de su proyección, de su "puesta en valor", de su búsqueda de interacciones afectivas), en lugar de una explosión juguetona de identidades.
Muy a colación del 1er punto, creo que es una lectura interesante "Amor Líquido. Acerca de la Fragilidad de los Vínculos Humanos"
donde el propio Zygmunt Bauman, describe en detalle la contraposición entre las relaciones afectivas tradicionales, y las redes de conexión que se establecen en las RRSS.
Es el capitalismo con su insuperable capacidad de absorber y fagocitar lo que nos ha llevado a esto? Ha estado siempre ahí y esto no es más que una lupa sobre algún otro tipo de realidad humana?
Publicado por: littlemove | agosto 01, 2018 en 04:12 p.m.
Ay, ya voy, ya contesto :)
Por supuesto, es el capitalismo. Lo malo es que (hipótesis a la que llevo dando vueltas hace un tiempo http://divergencias.typepad.com/divergencias/2017/01/teor%C3%ADas-cr%C3%ADticas-optimismo-antropol%C3%B3gico-y-capitalismo-.html ) ya somos nosotros. Es decir, somos "antropológicamente" capitalismo ya).
Y de Bauman: sí, apunta a lo mismo... lo que pasa es que nunca le cito porque le tengo mucho manía, es el típico caso de alguien que tuvo una idea (liquidez de lo social) y lo que va haciendo es declinarla en todos los ámbitos (a la vez hay que reconocerle potencia a la idea si permite declinarla en tantos aspectos: relaciones, organizaciones, lo laboral...)
Publicado por: felipe | agosto 03, 2018 en 10:30 a.m.