Recuperé el apetito lector, lo suficiente para leer varios títulos entre Semana Santa y verano, aquí van:
- No digas nada, de Patrick Radden Keefe. Librazo, maravilla. Una completísima mirada (desde el lado católico) a The Troubles, la época dura del conflicto norirlandés. Estructurado alrededor de la desaparición forzada de Jean McConville, una madre de familia numerosa, ante los ojos de sus críos, y los silencios y desplantes que acompañan durante décadas a sus hijos hasta que finalmente son encontrados sus restos. En cierta medida, el reverso de McConville son las célebres hermanas Price, tan hermosas en su arranque militante, arrojadas y valientes, tan deterioradas a lo largo del tiempo, distanciadas progresivamente de la que pasa a ser la estrategia dominante entre los republicanos que lidera Gerry Adams (otro de los grandes protagonistas del libro), al que se enfrentan decididamente. Mirada sociológica en varios planos (las dinámicas de la comunidad católica, de una organización como el IRA Provisional y sus liderazgos), con un ritmo que casi parece de novela policiaca en ocasiones. Muy, muy recomendable. He leído que alguien lo comparaba con Patria: en absoluto, es comparar un visión panorámica, con ritmo, matizada, que avanza y se enriquece página a página, con un folleto cargado de arquetipos predecibles, sin apenas contexto ni evolución.
- Juan Belmonte, matador de todos, de Manuel Chaves Nogales. Quizás la biografía escrita en España que en mayor medida se ha convertido en un clásico. Será por el enorme atractivo del personaje, protagonista social de España entre la Primera Guerra Mundial y la República, cobijado por los intelectuales y revolucionario del toreo, cuando éste era la referencia del espectáculo. O será por su peculiar expresividad y el interés de sus experiencias y anécdotas, mucho más allá del universo taurino. O será por el estilo que logra Chaves Nogales, una biografía en primera persona que parece recoger las formas de Belmonte (expresivo, vacilón, cargado de ironía) pero que se eleva más allá del género y tiene una fuerte carga literaria (particularmente hermosas las primeras páginas sobre Sevilla, así como el cierre - "la verdad, la verdad, es que yo he nacido esta mañana"). Me figuro que también contribuyó a su condición de clásico el hecho de que la biografía, que finaliza 27 años antes de la muerte de Belmonte, anticipase las tendencias suicidas del torero. Aunque me figuro que progresivamente sea más difícil que enganche con el lector actual ante la pérdida de relevancia del toreo y las fases más centradas en lo que supuso Belmonte como revolucionario de los estilos taurinos suenen a arqueología (el estilo de Belmonte pasó a ser el canónico desde los 40´s), sigue siendo una lectura muy recomendable.
- Klara y el Sol, de Kazuo Ishiguro. No terminó de convencerme Nocturnos, el otro libro que leí de Ishiguro, así que me acerqué con escepticismo. A las pocas páginas había desaparecido. Es un texto de ciencia ficción relativamente convencional (se desarrolla en un tiempo tras una catástrofe que sabemos que ocurrió pero que no se explicita, catástrofe que da lugar a un cambio en las reglas del juego de la interacción social que se intuye pero cuyos nuevos códigos el lector va descubriendo), y con una intención también convencional (esa creación de extrañeza respecto del marco y de las normas de interacción están destinados a hacer aflorar los implícitos del mundo no SCI-FI). Desarrolla con oficio y talento esa estructura y estrategia convencional de la ciencia ficción: pero la clave es la enorme ternura con que se despliega, tanto en su personaje principal (Klara) como en los restantes (Josie, su amigo Rick, la madre de Josie). Los robots han sido usados en la literatura para hacernos reflexionar sobre los humanos: Ishiguro usa los robots para que nos queramos.
- La Comuna de París, de Roberto Ceamanos. El libro está estructurado en tres partes claramente diferenciadas. En primer lugar, efectúa un repaso al contexto que da pie al nacimiento de La Comuna: la guerra franco-prusiana, el estado de situación de los movimientos obreristas franceses, la relación París-periferias francesas o (a mi juicio, la parte más interesante) la reforma urbana de París a raíz de la revolución de 1848 y el malestar de las clases populares por el nuevo urbanismo de Haussmann. A partir de aquí, se sumerge en el desarrollo de La Comuna, el enfrentamiento con Versalles, el desarrollo legislativo de La Comuna y sus frustradas ambiciones de construir un nuevo modelo social, las desavenencias internas de los communards y la represión final. Cierra el libro con la parte menos interesante: un ejercicio bastante académico sobre la construcción de la memoria acerca de La Comuna, de naturaleza bastante descriptiva. Mi sensación final es de un libro correcto, claro, descriptivo, quizás frío al hablar de algo que precisamente fue pura llama. Quizás esperaba un libro más vibrante, quizás un libro más militante, quizás pautas para pensar el ahora... y quizás todo eso fuese un error de mis expectativas.