Recuperé el apetito lector tras la pandemia. Ya la primavera fue bastante aprovechada y en el verano he podido leer bastante. Vamos a ello:
- 33 revoluciones por minuto, de Dorian Lynskey. Un repaso de la canción protesta desde el 39 (la segunda frase del libro cita nuestra Guerra Civil) hasta la actualidad (arranque época Obama). Es tantísima la ambición del proyecto, la cantidad de estilos, geografías y momentos, que cuando entras en alguno que ya conoces, siempre queda la sensación de que podría ser más exhaustivo. Y aún así, se va por encima de las 800 páginas. Su otro límite, lógicamente vinculado con su extensión, es una mirada anglo (quitando el capítulo referido a Chile, prácticamente todos los capítulos son sobre USA, UK, o territorios ex-coloniales de UK). En cualquier caso, un librazo para tener siempre a mano, que se lee con un reproductor de música al lado para sacarle el máximo partido. Interesante también que el libro no es un texto militante ni cae en la tentación de mitificar a los músicos: no en todos los casos porque no en todos los casos se da, pero cuando ocurre sí subraya su degradación (a veces paralela al movimiento social o musical del que son parte, a veces personal), o recoge su actitud de aprovechamiento, o directamente de despiste por ver su música inserta en movimientos de más alcance e implicaciones. Una enciclopedia para tener siempre a mano. Por cierto, si este mundo te interesa, te interesará Radiooooo.
- Feria, de Ana Iris Simón. La dificultad de leer Feria a estas alturas es que resulta difícil hacerlo sin considerar la proyección pública de la autora o, más exactamente, la construcción de dos polos alrededor de su proyección: o bien es una rojiparda que no se atreve a explicitarse como tal, o bien refleja un mix de España vaciada + nostalgia de un pasado comunitario/proteccionista/estructurado que cobijaba a las clases populares y al que la izquierda ha renunciado/abandonado (sobreentendiendo que a la derecha ni se la espera en el cuidado de esta generación más allá de lo que tiene de comunitario la familia tradicional). Y conociendo esa polarización alrededor de su figura pública es difícil tratar de leer el libro sin una actitud de sospecha, en búsqueda de ese frase que nos descubra a la Fusaro de Ontígola. Y efectivamente, en varias oportunidades coloca mercancía averiada (sobre la inmigración, sobre la militancia actual...) haciéndola pasar por ay, uy, qué reflexión tan espontánea se me ha ocurrido, muy popular y muy "de pueblo": de hecho, el mismo estilo de encadenar como pensamiento en voz alta lo que no dejan de ser afirmaciones ideológicamente cargadas hace pasar por espontáneo y popular, por sentido común- ese pensamiento que emerge sobre la marcha- lo que no dejan de ser posicionamientos con fuertes implicaciones. En fin, en última instancia, ella sabrá lo que es, pero desde luego la actitud de sospecha resulta entendible. Por otro lado, ¿es un libro hermoso? La infancia lo es, la arqueología familiar suele ser también un material idóneo para trabajar a la vez la ternura y el sentido... y es en ambos aspectos en los que se apalanca el libro, consiguiendo en ocasiones convertirse en lectura hermosa (particularmente los pasajes sobre su hermano y el gigante). Pero justamente es en sus saltos al presente donde los aterrizajes son forzosos y forzados. En resumen: un libro que, pudiendo disfrutarse, ha tenido un éxito no sé si editorial pero sí de difusión superior al que sus méritos literarios justifican (con ese mismo material hay libros más hermosos y con menos ángulos oscuros) gracias a que efectivamente recoge bien un sentir relevante del momento (la sensación generacional de haber "ido a peor").
- Canto yo y la montaña baila, de Irene Solá. Una de las maravillas del verano. Hermoso, muy hermoso, sorprendente en su enfoque desde las primeras páginas, juguetón, arraigado y a la vez innovador, casi un libro de mitología actualizado, tan rico y bien entramado en sus perspectivas narrativas que construye un coro, un universo que si bien puede resultar arbitrario no deja de cobijarnos y hacer partícipes... La experiencia me resultó tan fascinante como la primera vez que vi Dersu Uzala, película con la que comparte el protagonismo de la naturaleza y la potencia de lo inanimado. Me hubiera encantado leerlo (si supiera) en catalán: resulta tan preciso y oportuno, y a la vez tan lírico y sugerente, que queda la sensación de que la belleza que desprende (sobre todo en la parte en verso) quizás sea aún más potente en su idioma original. Por otro lado, aunque obviamente, Canto yo... no compite con Feria, leerlos tan seguidos me llevó a compararlos (autoras ambas, no muy distantes generacionalmente, cierto marco "rural" y orientación hacia las raíces...). Pues bien, se puede hablar desde la tradición, reinterpretarla, actualizarla y llevarla más lejos... sin dar oportunidad a la reacción. Irene Solá lo logra. Usa la raíz como catapulta, no como rémora.
- Seda, de Alessandro Baricco. Me recomendaron a Baricco, y tenía Seda a mano. Y me acerqué a Baricco a través de Seda. Y no me llevó muy lejos. Entretenimiento ligero, en un par de horas leído. Una idea+un giro+un estilo reiterativo= lectura de ratito de piscina y poco más. Quizás haya Baricco´s más interesantes.
- Petrocalipsis: crisis energética global y cómo (no) la vamos a solucionar, de Antonio Turiel. Un libro redactado desde el NO, de manera explícita: partiendo de justificar la incapacidad del petróleo para seguir siendo la base sobre la que se ha sustentado nuestro modelo socioeconómico, pasa a repasar las promesas de sustitución que no llegarán a cumplir las restantes fuentes de energía, tengan más o menos relevancia en el pool energético actual, para concluir que el decrecimiento del consumo energético (y por tanto del sistema socioeconómico como lo hemos entendido- y medido- hasta el momento) es el futuro al que estamos abocados, más allá de que lo deseemos o lo decidamos como sociedad. Siendo profano en este mundo y siendo incapaz de enjuiciar lo correcto de los argumentos, el libro tiene algo de acto de fe: si decides otorgársela, las perspectivas son sombrías y de lo que se trata es de decidir como sociedad si dejamos que el decrecimiento sea gestionado o se desarrolle por sí mismo (la situación evoca en cierta medida a las "crisis Seldon"). En cualquier caso, me parece un libro que conviene leer.
- Valle inquietante, Feria, de Anna Wiener. Interesantísimo. Y para que se entienda este interés, breve recordatorio para despistados de que trabajo en una consultora cuya función puede describirse de muchas maneras pero quizás una sea la de ayudar al capital español a actualizarse siguiendo la estela del capital internacional en el ámbito de lo digital. Valle inquietante es una narración en primera persona y desde una mirada ligeramente periférica (lo que no es malo, al contrario, es ese rasgo periférico el que aporta perspectiva) del Silicon Valley pre-Trump. Llegando desde el sector editorial (otro aspecto en común), Wiener narra su trayectoria a lo largo de puestos sin excesiva relevancia del ecosistema digital. Sin indicar marcas ni compañías específicamente a lo largo del libro, la autora trabaja en una startup, una compañía de visualización de datos y otra de software. Describe tanto momentos de las compañías (la ruptura de fronteras entre personal y laboral como estilo de vida, los primeros despidos, las stock options, el cambio de perfiles profesionales dentro de las empresas, las crisis de madurez) como del ecosistema (la preocupación por la diversidad, el deterioro de cualquier fantasía tecnoutópica, la conversión de las rrss en cloacas de acoso y subastadoras de privacidad), todo ello contado desde una mirada muy experiencial. Justo aquí reside lo que podríamos señalar como su debilidad: el libro se anuncia como "Didion en una startup", y si bien es cierto en el sentido del reconocimiento de la agudeza de la mirada de Wiener/Didion, también lo es en el de no crear un marco de análisis de los motivos por los que el ecosistema digital evoluciona como lo hace, dejándolo en un ejercicio periodístico en primera persona. Como dice la autora refiriéndose a buena parte de las referencias del mundo inversor/estartapero, ellos "traducen sus experiencias personales en verdades universales", lanzando en tweets simplificaciones salvajes de hacia donde debe ir la educación, la sanidad o los modelos de trabajo (lo que sonará a cualquiera que siga en Twitter a nuestros estartaperos de referencia, con sus brillantes ideas sobre la solución del COVID). Ocurre, que sin llegar a ese extremo, el libro carece de avales analíticos más allá de la experiencia directa de la autora: aunque a nivel experiencial todo resulte compartido y verosímil, carece, como suele ocurrir en el caso de estos enfoque periodísticos, de una mirada más amplia (¿de dónde llega el dinero al ecosistema digital?, ¿Qué permite que Uber pierda más de 8.000M dólares año tras año y no cierre?). Al margen de esto, que en el fondo es otro tipo de libro, muy recomendable.
- Rúa, de Manuel Torga. Lectura portuguesa para acompañar un viaje por el Alentejo. Serie de pequeñas historias, pequeñas en extensión, pequeñas porque el entorno físico de su desarrollo también lo es (apenas una calle, una pensión, una iglesia...), pequeñas porque su despliegue en personajes es limitado (2-3 personajes a lo sumo, con un par más para ayudar a avanzar la historia...), pequeñas porque parecen transcurrir en apenas pueblos o las típicas pequeñas ciudades portuguesas, lentas, afables y pesadas y a la vez...Y sin embargo, lo lees y has leído un mundo, o muchos mundos. No grandes mundos, no mundos cargados de ambición, más bien muchos pequeños mundos accesibles, que puedes reconocer (en ocasiones hasta el estereotipo... quizás al libro, escrito en 1942, le pese el tiempo) y disfrutar. Lectura cómoda y agradable.
- Volver la vista atrás, de Juan Gabriel Vásquez. Otro de los grandes disfrutes del verano. El historión vital detrás de Sergio Cabrera y su familia: un cineasta del que conocía apenas un par de películas (en concreto, recuerdo con gran cariño La estrategia del caracol, típica película que se ponía año tras año en los cinefórum de la facultad), su simpatía por la izquierda y poco más.... Casi mejor que no cuento más para que el potencial lector llegue al libro con el mismo despiste que yo: solo recomendarlo con intensidad, fascinante, sorprendente, magníficamente escrito...
Me apunto Valle inquietante y Volver la vista atrás. No puedo estar más de acuerdo en la belleza de Canto yo la montaña baila. Siempre interesantísimas tus pequeñas reseñas.
P.d.: Ana Iris no es ni más ni menos que la encarnación de esa España que es conservadora no lo sabe, es decir, que vota al PSOE.
Publicado por: Diego (littlemove) | septiembre 04, 2021 en 01:10 p.m.
Jodo, qué emocionante, he recibido un comentario :)
Lo de Canto yo... es una preciosidad, ya me dirás si te lees los otros.
Sobre lo de Ana Iris, si es eso, me temo que significa que sociológicamente nos vamos a la mierda... quiero decir: puede ser cierto que el PSOE captase un perfil de votantes de ese naturaleza en CyM, Extremadura y Andalucía... sin ellos te digo que el PSOE tiene un problema... y los que estamos más a su izquierda ni te cuento.
Publicado por: lipe | septiembre 04, 2021 en 08:39 p.m.